A lo largo de la historia antigua, la gran mayoría de los habitantes de la tierra han tenido más o menos nada. Antes solo tenían la ropa que usaban, platos para comer y quizá algunas cuantas herramientas para la vida diaria o para el trabajo. Sin embargo, después del siglo XVIII, en algunas ciudades occidentales, la economía empezó a expandirse; las familias que nunca tuvieron dinero, pero que tenían las cosas suficientes para sobrevivir, se encontraron repentinamente ante la posibilidad de adquirir algunos lujos pequenos: un par de botas extras, quizá algún espejo o algo de ropa para los domingos. Este cambio generó un ciclo económico en el que entre más gastaban los ciudadanos, más negocios crecían y más trabajo había. Enormes industrias florecieron y la sociedad comenzó a demandar bienes que antes no necesitaba. A partir de esta situación es que nace el concepto de “comprar por placer”.
Conocer la historia nos ayuda a entender el presente y nos permite proyectar el futuro. Los avances tecnológicos nos llevan a potenciar el conocimiento aclarando lo que, por proceso de pensamiento, antes se tenía como ley. Es importante continuar cuestionandonos siempre y buscar soluciones que tengan posturas filosóficas alternas o diferentes. Es muy importante comprender el origen, la evolución, la desaparición, la actualización y la potencialidad que da soporte y sustenta las bases de la psicología. Es por esta razón que me he decidio a escribir este pequeño ensayo. ¡Espero que te sirva!
En nuestra sociedad, se ha correlacionado la felicidad con el estatus. Y el estatus está ligado a nuestra capacidad para consumir. La sociedad actual nos dice que entre más capacidad tenemos para adquirir objetos o contratar servicios, mejor estatus tenemos por ende somos más felices. Por esto, el consumo se ha convertido en una carrera por obtener lo que deseamos en el momento en que lo deseemos. Creando la tendencia al consumo excesivo e innecesario de bienes y productos llamado consumismo. Y el consumismo al que estamos expuestos es desproporcionado y muchas veces incomprensible para la gran mayoría de los seres humanos. Y, para tratar de comprenderlo, es necesario sumergirnos en algunas teorías e ideas tanto filosóficas como psicológicas; de esta manera podremos entender que vivir en un sistema de consumismo, y actuar dentro de él, tiene como consecuencia la insatisfacción, la falta de felicidad y otras dificultades.
Para poder platicarte al respecto, me dediqué a investigar en el mayor número de fuentes posibles (es decir, leí algunos libros y varios artículos y ensayos) lo que significa el consumismo y lo que han pensado algunos autores al respecto de él. También tomé en consideración mi experiencia como psicoterapeuta y la dificultad que algunos de mis pacientes han tenido para restablecer un valor sano de sí mismos como personas y así quitarse la idea de valen entre más tienen y no por lo que son. También consideré mis observaciones sobre el sufrimiento que genera vivir dentro de este ciclo confuso.
Es bastante común hoy en día enfrentarse a deudas o a situaciones en las que no se tiene dinero para seguir sustentando la compra desmedida y, por ende, percatarse de la falta de felicidad y de las relaciones superfluas y egoístas que tenemos.
Desde tiempos remotos, la humanidad ha inventado diversos objetos con el fin de ahorrar tiempo y llevar una vida más relajada. ¿A quién no le gusta su aspiradora o su lavadora automática? Nos ahorran tiempo y esfuerzo, y en teoría nos generan más tiempo para convivir con otros, para relajarnos, para divertirnos o simplemente para ser felices. Sin embargo, también pensamos que el diseno de nuestras lavadoras o la marca de nuestra aspiradora o de nuestro celular sustentan un estilo de vida “valioso”.
Otras veces también se nos dice que para aprovechar al máximo nuestra vida, debemos de vivirla al máximo; es decir, debemos tener el mayor número de experiencias posibles, pero lo que no nos dicen es que estas experiencias cuestan dinero y esfuerzo. Otro de los grandes mitos es aquel que nos dice que para ser felices debemos consumir tantas cosas como sea posible. Entre más mejor. ¿Te ha pasado que sientes que algo te falta? ¿O alguna vez te has encontrado en medio de una decepción amorosa y sientes el repentino impulso de comprar algo en ese momento para sentirte mejor? Es muy probable que sí, pues estas ideas que pasan por nuestra mente son reforzadas de manera constante con la publicidad a la que nos exponemos día con día. Es importante, en este aspecto, saber que la industria actual está enfocada en hacernos creer que solamente de esta manera podemos alcanzar la felicidad.
Por otra parte, también es importante entender que los humanos no conocemos las respuestas a las preguntas más importantes. Y esta máxima que acabo de mencionar es el gran descubrimiento de la Revolución Científica. Cuando admitimos que somos ignorantes de muchas cosas, es más fácil ser dinámicos y flexibles. Como diría Sócrates, yo sólo sé que nada sé; ¿sabías que esta frase lo convirtió en el más sabio de los sabios? Cuando admitimos que no sabemos, automáticamente estamos ampliando nuestra capacidad de entender cómo funcionan las cosas, cómo funciona el mundo. Pero también es importante entender que la duda muchas veces nos revuelve las ideas y las creencias.
Generalmente creemos que a partir de comprar cosas podemos ser felices. Que debemos tener prosperidad para poder ser felices. Que si tenemos más dinero, entonces tendremos una mayor felicidad. Compramos nuevos lujos que la publicidad nos dice que nos harán felices. Pero la realidad es que comprar algo solo nos da un placer momentáneo, un placer que desaparece poco tiempo después de haber estrenado. ¿Te ha pasado que compras algún producto que no deseabas pero se te antoja mucho en ese momento y crees que no puedes prescindir de él, y después, una vez que lo obtuviste, ya no sentiste la felicidad que pensaste te daría? El problema de esto es que nos acostumbramos a esa sensación momentánea y, para seguir sintiéndola, comenzamos a necesitar más dinero para adquirir más bienes. De esta manera se crea la paradoja de la felicidad. Algunos pensadores han concluído sobre esto que el crecimiento económico no está relacionado con la felicidad, puesto que solo es hasta cierto punto, y pasado dicho punto carece de importancia. Por otra parte, los filósofos antiguos, e incluso las neurociencias, afirman que la felicidad se obtiene sólo a través del desarrollo de las habilidades intrapersonales e interpersonales.
Me parece que el siguiente consejo de Epícteto al respecto, un filósofo griego, específicamente de la escuela estoica, es maravilloso: Recuerda que debes comportarte como en un banquete. Llega a ti algo que van pasando: extiende la mano y sírvete moderadamente. Pasa de largo: no lo retengas. Aún no viene: no exhibas tu deseo y espera hasta que llegue a ti. Así con tus hijos, con tu mujer, con los cargos, con la riqueza; y algún día serás digno de participar en el banquete de los dioses. Y si no te sirves de lo que te ofrecen, sino que lo desprecias, no sólo participarán del banquete de los dioses, sino también de su poder.
Sobre la felicidad, Séneca senala también que: el bien más elevado es inmortal, no tiene propensión a pasar, excluye el exceso tanto como la contrición. Una mente nombre nunca flaquea en sus resoluciones, nunca se convierte en objeto de desprecio de sí mismo, nunca cambia nada en su mejor estilo de vida. Ocurre lo contrario con los placeres sensuales: se enfrían en el momento en que hierven con el máximo calor. El volumen del placer sensual no es grande y por ello se llena rápidamente, el placer se vuelve excesivo y la animación original se convierte en aburrimiento y hastío.
Vivimos en una sociedad que promueve el individualismo y el consumismo, pero esta tendencia crea un malestar humano en general, pues seguir dicho modo de pensar es al final pasar por encima de los demás y por encima de los recursos naturales del planeta. Además, muchas veces pensamos que estamos en lo correcto debido a que no existe el cuestionamiento con lo que hacemos.
Epicuro, por otra parte, nos dice que la mejor manera de disfrutar la vida es a través de conocer el mundo y de vivir modestamente. Pero, ¿y cómo podemos lograr esto? Bueno, él propone poner límites al momento de adquirir los deseos. También dice que la aceptación de dichos límites genera un estado de tranquilidad, a la supresión del dolor y a la liberación del miedo. Para él, la combinación de estos estados de pensamientos dan como resultado la felicidad.
En la actualidad, las ideas de Epicuro son el fundamento de la terapia Racional Emotiva Cognitiva Conductual. Y, de acuerdo con mi experiencia, los resultados de esta terapia conducen a un bienestar profundo, pues eliminan la actividad de consumismo como una forma de buscar la felicidad.
Por otro lado, en la época cristiana, podemos encontrar una serie de pensadores como San Agustín, quien decía que el mal es la ausencia de bien, y que el mal no es un elemento o una entidad.
Pensar desde el consumismo, es aceptar la modificación de nuestros valores y dejarse llevar por nuestros instintos, por la búsqueda del placer inmediato. Como consecuencia despilfarramos dinero y utilizamos desmedidamente los recursos de la tierra y de nuestra propia vida.
Para San Agustín, el hombre es iluminado por la luz. Esta luz es Cristo, y Cristo es capaz de iluminar al ser humano para que éste no ceda ante el instinto y hacia el egoísmo. Esta iluminación es como un freno que impide consumir cosas de manera desmedida. Dejarse tocar por Cristo es también una forma de comenzar un nuevo camino.
Cuando estamos ante una situación extrema de consumismo, es importante que no perdamos la esperanza. Si Dios provee firmeza al ser humano frente a esta situación, lo demás desaparece. Desde esta perspectiva, es importante tomar en cuenta que, si el ser humano tiene como fin alcanzar la eternidad, no te llevarás lo material a la eternidad. Yo me pregunto, ¿de qué sirve dejar nuestro tiempo y dinero en lo rápido y vano de las cosas? Es importante recordar que algún día todos moriremos.
En estas sociedades, todo se convierte en consumible, incluído el amor. Incluso el concepto de pareja ideal se publicita como equiparable a la compra de una casa, a la adquisición de un coche o a la obtención del éxito profesional. Un “me gusta” en Facebook o un “corazón” en Instagram se equiparan, por ejemplo, al reconocimiento. En esta sociedad de consumismo, hemos reemplazado el amor, la pareja y éxito en la vida, con la posesión de objetos creyendo que eso nos genera felicidad.
Los objetos, al final, terminan siendo objetos de control, pues nos atrapan en un endeudamiento tanto moral como económico. Cuando dependemos de las compras para “ser felices”, estamos convirtiendo a nuestro cuerpos en una prisión. La felicidad, recuérdalo, se debe buscar más bien por medio de la introspección; o, como diría San Agustín, “busca al Dios que se encuentra dentro de ti”.
Sobre el mismo tema del consumismo, pero desde una perspectiva formada en la época moderna, tenemos también las ideas de Wilhelm Wundt. Él fue un psicólogo precursor en el análisis de la experiencia del individuo durante toda la vida del mismo. El trabajo de Wundt consistió en sistematizar la forma en que podemos introspectarnos y, además, diferenció entre la observación de uno mismo y la percepción que tenemos interna de nosotros mismos. También hacía mucho hincapié en que para lograr la introspección y el autoanálisis de una manera adecuada, es indispensable entrenarse previamente. La conciencia, para él, se divide en tres elementos:
Sensaciones Físicas
Sentimientos
Imágenes
Pero recalca que también es importante estudiar el pensamiento y la afectividad. “Wundt establece que:
A. Estímulo: el individuo recibe un E´.
B. Percepción: ese hecho fisiológico pasa a la conciencia como experiencia.
C. Apercepción: el individuo se da cuenta de qué se trata este hecho.
D. Reeducación especial puesta: por un acto de voluntad responde al estímulo.”
Es importante siempre tener en mente que nuestra sociedad quiere moldear a los ciudadanos de tal forma que generemos estímulos que sean percibidos por nosotros como un deseo de adquirir bienes, propiedades y experiencias; para después también conservarlos, aumentarlos y para atesorarlos de manera voluntaria como nuestro ideal de vida. Uno de los objetivos de la vida es la felicidad, eso lo sabemos; pero el problema es que ahora la felicidad se define como la obteción de todo deseo necesidad a la que puedas acceder de forma inmediata. Además, este sistema también fomenta el egoísmo y la avaricia, pues se cree que solo de esta manera puede funcionar en armonía. Lo que no se tiene en cuenta es que dicho modo de vida nos lleva a ser seres individualistas alejados de la colectividad, pues vivimos solo para nosotros mismos.
Al no estar entrenados en la introspección, es natural que reaccionemos de forma instintiva ante la obtención ilimitada de nuestros deseos. Pero, cómo por ese camino nunca llegaremos a la felicidad, lo que termina pasando es que nos percibimos como fracasados.
Por otra parte, Edmund Husserl, mejor conocido como el padre de la fenomenología, una disciplina que propone el estudio del mundo desde una visión filosófica, intenta describir las vivencias por medio de la observación de nuestra conciencia; esto permite aclarar el sentido de nuestras vidas cotidianas y lo que somos. En resumen, la fenomenología es la búsqueda del conocimiento por medio de la experiencia; y esto quiere decir que es importante reconocer que no es suficiente con vivir en nuestro mundo para comprenderlo.
La fenomenología nos enseña a describir las cosas tal cual surgen de nuestra consciencia, nos ayuda también a entender que cada cosa que pasa se interpreta desde la individualidad, desde la subjetividad. Y esta subjetividad acarrea con limitantes para entender la vida y, por lo tanto, nos lleva a algunos errores de pensamiento. Sin embargo, también es importante entender que con todo y esta subjetividad, podemos vivir una vida gratificante y conocer el mundo desde nuestra experiencia.
La fenomenología como herramienta, nos sirve para entender que hay diferentes formas de reconocer la realidad y la felicidad.
La invitación a consumir de forma excesiva e innecesaria nos llega de manera constante y por distintos medios. El más usado es la publicidad; está, lo que hace, nos hace creer que no podemos vivir sin ellas. Agreguemos a esta ecuación que día con día se nos ofrecen mayores facilidades para consumir; por ejemplo, por medio del uso de tarjetas de crédito o por el reforzamiento de ideas como “lo quieres, lo pides, lo tienes”.
La cultura actual ordena la búsqueda de la felicidad a través de una gran atención hacia nosotros mismos. Esta cultura se encuentra basada también en la búsqueda del perfeccionismo propio y en la búsqueda de la aceptación de los demás como formas de sentirnos realizados; es decir, como formas de sentirnos plenos y felices. Hegel afirmaba, en este sentido, que el afán del hombre se dirige al reconocimiento del otro por medio del trabajo que realizamos.
Desde nosotros mismos y desde los demás, hemos dejado de relacionarnos con los demás porque percibimos a los otros como seres amenazantes. Hemos también comenzando a idealizar la realidad; y, como toda idealización, este acto produce sufrimiento en lugar de felicidad.
Cuando consumimos un objeto, lo primero que hacemos es darnos cuenta de que existe y acto seguido lo conocemos. Algunas veces también lo compartimos, pues creemos que dicho objeto genera felicidad no solo en nosotros sino también en los demás.
Es importante tener claro que el consumo es parte de nosotros como individuo, y que también el consumismo es parte de la sociedad. Siempre hay que tener en cuenta que este tipo de sociedad nos conduce a ser valorados y a valorarnos por lo que aparentamos más no por lo que en realidad tenemos. Pero esta situación puede disminuirse en tanto que realicemos el esfuerzo de pensar, analizar y concluir valores distintos a los que los medios de comunicación o a lo que algunos modelos nos dicen que debemos seguir.
Para concluir con este apartado sobre la modernidad, me gustaría citar a Husserl. En esta cita él habla sobre la relación de la comunidad con el individuo y la responsabilidad de cada una de las partes. El siguiente aporte de Husserl puede dar claridad al concepto del consumismo bajo el enfoque que hemos tratado.
“El sujeto individual es miembro de una comunidad; y así tenemos que distinguir la autorresponsabilidad del individuo y la autoresponsabilidad de la comunidad. Pero la comunidad no puede responsabilizarse sino en el sujeto personal individual. La autorresponsabilidad del individuo, que se sabe miembro y funcionario de la comunidad, abarca también la responsabilidad respecto de esta forma de vida práctica e incluye con ello una responsabilidad para con la comunidad misma. Yo puedo asumir y rechazar un destino social y lo puedo cumplir de diferentes maneras: de ello soy responsable.
Por otra parte, como la comunidad no es una mera colección de individuos aislados y agrupados unos al lado de otros, sino una síntesis de los individuos por obra de la intencionalidad interpersonal, una unidad fundada gracias a la vida y la acción social de unos para otros y de unos con otros; de la misma forma la autorresponsabilidad, la voluntad de autorresponsabilidad, la reflexión racional acerca del sentido y de los posibles caminos de una tal responsabilidad para con una comunidad, no es una mera suma de auto responsabilidades que se den en las personas individuales, etcétera, sino de nuevo es una síntesis que precisamente entreteje intencionalmente unas con otras las auto responsabilidades individuales y funda entre ellas una unidad interna” (Husserl, 1959, pp. 193-202).
Ya para terminar, me gustaría decirte que el consumismo, visto desde un enfoque terapéutico, identifica la relación entre el conocimiento y la percepción de los hechos. Es decir, donde hay comportamientos excesivos materialistas se pueden crear emociones insanas y, por ende, también se crean patrones de conducta disfuncionales. En estos casos, la relación que tiene nuestra cultura con el consumismo crea ese efecto insano. Esta idea se sostiene en la premisa de que toda sociedad reproduce sus normas, sus reglas y la forma que en vive las experiencias, en cada uno de los individuos que viven dentro de dicha sociedad. Lo interesante es que estas creencias pueden ser solucionadas generando la emoción buscada (la “felicidad”) a través del método de esta terapia.
Los resultados obtenidos en mi práctica clínica me han llevado a la conclusión de que la terapia Racional Emotiva Cognitiva Conductual es la forma en que se solucionan de manera individual las creencias que nos llevan creer que se llega a la felicidad a través del consumismo. Además, el cambio en los pacientes se queda a lo largo del tiempo.
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